Crítica de la semana: ‘Sálvame’, del corazón a la iconografía popular

ANÁLISIS | Semana del 18 al 24 de julio de 2022

¿En qué momento Belén Esteban dejó de ser solo un personaje del corazón para convertirse en la reina de los memes? ¿Cuándo los viajes emocionales de Lydia Lozano derivaron en arte popular? El universo de ‘Sálvame‘ ya hace tiempo que ha dejado atrás el viejo estigma de la telebasura para erguirse como el programa que acumula más momentos icónicos de la televisión contemporánea. Sí, hay una evidente pérdida de audiencia en los últimos meses, como en toda la cadena, pero el formato sigue aportando en cada entrega contenido con una facilidad pasmosa para viralizarse.

Esta semana la imagen de una de las colaboradoras estrellas de ‘Sálvame’ en el concierto de Rosalía se reproducía por miles a través de las redes sociales. Que si una foto cortada con Almodóvar, que si una entrada en muletas a las gradas con un recibimiento digno de una estrella… los costumbrismos de Belén Esteban han ido más allá del entretenimiento para señoras, con toda mi admiración hacia estas, para ser parte de la cultura popular.

¿En qué momento un programa de televisión tan denostado por el intelectualismo ha pasado a ser un referente de entretenimiento para las nuevas generaciones? Pues hay en ello un poco de subversión, ya se sabe que lo repudiado termina atrayendo, y también un vínculo cultural que nos ha unido a estos personajes desde pequeños. Antes de la invasión las redes sociales los animales que integran el bestiario de  ‘Sálvame’ ya formaban parte de nuestro imaginario colectivo. A todo buen marica o mariliendre nunca se le escapaba una hojeada a la Lecturas en casa de la abuela mientras les preparaban la merienda. En parte crecimos con ellos, y aunque los viésemos como auténticos extraterrestre, sus vidas y sus historias fueron calando en nuestros cerebros de golosina.

Los  guardianes de la moral que hace diez años se rasgaban las vestiduras indignándose por la existencia de ‘Sálvame’, ahora se sorprenden poniendo likes a sus videos en Twitter. Y es que al final el formato que presenta JJ Vázquez (y 40 personas más) tiene más de ‘Paquita Salas’ que de ‘Salsa rosa’.

En esta transición, de lo denostado a lo pop, han evolucionado sus espectadores, pero las bases del programa siguen siendo las mismas. No es que el formato hay mutado mucho desde sus inicios, el tono es menos bronco y se han ido corrigiendo discursos que ya no son asumibles en el 2022. ‘Sálvame’ era y es un formato incatalogable. No había nada igual hasta que llegó, y su amalgame de géneros hace que sea difícil encasillarlo en uno solo. Siempre repito lo mismo, es una experiencia televisiva que se nutre de la imprevisibilidad, pero que a la vez mueve muy bien sus hilos para que la rueda siga girando.

Pero más allá del formato están sus personajes, que son el todo del entramado. Ellos, o por lo general ellas, son su verdadero potencial. Iconos capaces de pasar de la carcajada al llanto, de discutir por un trozo de cachopo o de dar saltaos en trampolín a riesgo de romperse las piernas. Da igual que desfilen, que canten o que bailen, la gracia está en verlos. Si Andy Warhol estuviese vivo y fuese de Talavera de la Reina seguro que inmortalizaría en una de sus obras a Belén Esteban y a Lydia Lozano.

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