Crítica de la semana: La tele en abierto, sabe mucho mejor fresca que en conserva

ANÁLISIS | Semana del 16 al 22 de mayo de 2022

En pleno siglo XXI, con el asentamiento de las plataformas y la ingente cantidad de contenido bajo demanda, la razón de ser de la televisión en abierto reside únicamente en el contenido en directo. En ese terreno no tiene rival. Ya se vio la semana pasada con la final de Eurovisión, cuando la pequeña pantalla retransmite un evento en directo es capaz de acumular audiencias millonarias. Ningún otro medio tiene su atractivo para generar de forma simultánea esos niveles de expectación. Ahí reside su poder, y es ahí donde debe incidir para seguir librando la batalla frente al resto de ofertas del mercado audiovisual.

A pesar de que el contenido enlatado no sea algo nuevo, es una tendencia bastante extendida en los últimos tiempos, esta semana se ha hablado especialmente del tema  por dos programas en concreto. El primero de ellos, ‘La noche D‘, de TVE. El programa presentado por Eva Soriano marcaba su mejor dato de este curso con su primera emisión en directo. Tener a Chanel en un plató después del boom de Turín requería agilidad, y el programa decidió adaptar su escaleta a la actualidad prescindiendo por una vez del formato grabado. Con ello se ganó espontaneidad, realismo y lo más importante, la sensación del espectador de estar conectado a algo que estaba vivo.

Es un poco como tener plantas en casa, puedes tenerlas naturales o artificiales. Las artificiales una vez las compras nunca más las miras, su capacidad para evolucionar es nula. Pueden ser preciosas pero su potencial para sorprenderte es inexistente. Mientras que las flores frescas siempre tienen ese componente de seguimiento, pueden terminar mustias o resplandecientes, pero el espectador está mucho más conectado a su historia. Después de este símil ya me pueden dar el Planeta del año que viene.

La controversia entre el directo y el diferido llegaba a su culmen esta semana con ‘Supervivientes 2022‘. En Telecinco parece que hay alguien con ganas de reventarlo todo y va jugando con la parrilla como si fuera un niño pequeño derribando la partida de Monopoly de sus padres. Todo empezó con la gala semanal presentada por Carlos Sobera, que debido al buen rendimiento de ‘Entrevías’ los martes decidieron instaurarla los miércoles. Eso, desconozco el motivo, hizo que el programa fuera grabado, provocando una sensación de delirio importante entre los concursantes, el público y los habitantes de los platós que comentan el reality.

Pero el súmmum del desajuste horario no terminó aquí. Esta semana para sumar algún punto más de share en el computo mensual se decidió apostar por una cuarta gala la noche del viernes. Que no era tal, sino que era el programa del jueves cortado de forma torticera dejando el tramo final grabado para emitirse el viernes. Nadie se preocupó si quiera de ponerle un traje nuevo a Jorge Javier o de darle un poco de entidad al asunto. Un desaguisado que tampoco consiguió lo pretendido al conformarse con un 12,9% de share.

Una gala de un reality grabada es la antítesis de la telerrealidad. Cuando se emite ya pueden haber pasado muchas otras cosas que le quitan todo el valor al falso presente. Entiendo que ‘Supervivientes’ es un formato para exprimir al máximo su contenido, pero sirviéndolo recalentado se devalúa toda su esencia. Es la baza más fuerte que tiene ahora mismo una cadena en horas bajas. Telecinco debe cuidar mucho más el producto antes de empezar a desmigajarlo para usarlo como arma arrojadiza contra la competencia. Primero afianza lo que tienes y luego ya veremos, pero en ningún caso ahorres costes con el grabado. El público quiere el producto fresco, para ver cosas enlatadas ya tiene Netflix.

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