Crítica de la semana: Los Windsor, la monarquía que merecemos

ANÁLISIS | Semana del 8 al 14 de marzo de 2021

Incluso el republicano más recalcitrante no puede evitar caer rendido ante las luces y las sombras de la monarquía más carismática de Europa.

Ningún trono está justificado, pero el británico merece una mención especial. Quizás, su familia real, no ha propiciado un mundo mejor, pero su vida dentro de palacio lleva décadas entreteniendo al pueblo llano. Los Windsor son clasistas, ególatras y ahora parece que también racistas, pero han sabido conservar un halo de misterio durante toda su existencia que ha alimentado todavía más su leyenda. Y si tanto los aman sus conciudadanos, quién somos nosotros para cuestionar su reino.

La historia de la familia real británica bien podría estar escrita por Shakespeare, mientras la nuestra, es tan roñosa, que solo aspira al estilo de un «dramaturgo» como Arévalo. A diferencia de lo que ocurre con los Borbones, el hazmerreir del viejo continente,  lo que rodea a los royal del país de las Spice Girls interesa en todo el mundo. Esta semana no se hablaba de otra cosa en todos los medios que de la entrevista de los Meghan y Harry, y es que probablemente estamos ante la entrevista más controvertida del año. Nada más y nada menos que 17 millones de espectadores estuvieron pendientes de ellos en EEUU.

La entrevista a Meghan y Harry fue vista por un notable 15,4% de share el sábado por la tarde

En España tardamos un poco más para poder verla, pero muy inteligentemente Antena 3 adquirió los derechos para emitir la reunión de té entre los duques de Sussex y Oprah Winfrey el sábado por la tarde. El programa fue visto por un notable 15,4% de share y casi dos millones de espectadores de media. Teniendo en cuenta la de ficción turca que nos toca aguantar durante la semana, bien podían haber ocupado la feliz pareja un lugar en el prime time, creando así un evento colectivo.

El morbo que rodea a los Windsor también es un punto de partida infalible para desarrollar ficciones.  Su leyenda vive desde hace unos años una segunda juventud gracias al empuje que le ha dado ‘The Crown’ en todo el planeta. La serie de Netflix ha propiciado que un segmento de población muy alejado de las historias reales haya sucumbido de pleno a las intrigas palaciegas de Elizabeth II y toda su estirpe. La ficción anglosajona se alzaba en los Globos de Oro como la mejor serie del año, y no me extraña.

Después de una tercera temporada algo floja, la cuarta de ‘The Crown’ merece todos los halagos. La presencia de Lady Di y Margaret Thatcher han revitalizado las tramas, manteniendo el equilibrio perfecto entre la revisión político social del Reino Unido de los años 80 y las vísceras de palacio. Toda su belleza estética perpetúa el carácter inalcanzable de la familia real a la vez que se aproxima al espectador mostrando elegantemente las pasiones más bajas de sus protagonistas. Una obra maestra del siglo XXI, que recoge el espíritu épico de ‘Juego de tronos’ para trasladarlo al reinado de los Windsor.

Y sí, después de ver la serie y de estar una semana hipnotizados con los secretos desvelados por Megan y Harry, uno no puede más que lamentarse por la pérdida de Diana. La única princesa del pueblo que ha existido en Europa.

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