La crítica de la semana: A las diez en casa

ANÁLISIS | Semana del 18 al 24 de enero de 2021

Ahora que ni Madrid se escapa del toque de queda a las 10 de la noche, se agradece que la televisión apueste por racionalizar sus horarios y emita sus platos fuertes después de los informativos.

La televisión pública es la que mayor ejemplo está dando a la hora de adaptar sus horarios al de los espectadores. Independientemente de la pandemia, TVE ya hace tiempo que decidió apostar por arrancar el prime time a las 10 de la noche, facilitando así que su audiencia pudiese acostarse a una hora razonable.

Con esta racionalización de horarios entre vida laboral y entretenimiento nocturno no solo se beneficia el espectador, también los programas brillan más cuando su emisión empieza en el momento del día en que hay más gente congregada frente al televisor. El ser humano, como ser social que es, necesita compartir experiencias. Ya que la tele ofrece la posibilidad de hacerlo, cuanta más gente esté viendo la pantalla en ese momento, mayor será la popularidad del formato para convertirse en un fenómeno social.

Un buen ejemplo de la apuesta del canal público para acercar su oferta de entretenimiento a audiencias más amplias es el de ‘Mastrechef Junior’. A pesar de durar demasiado y alargarse hasta pasada la medianoche, el programa ha demostrado una vez más su capacidad para seguir destacando en la parrilla española, a pesar de empezar en la franja más reñida del día. El programa sigue funcionando 8 años después, aunque quizás ya va tocando una remodelación de mecánica y jurado.

El talent culinario cerraba edición alcanzando los dos millones de espectadores. Entre estos, por empezar a una hora razonable, niños y niñas que han disfrutado de las peripecias en cocinas de un grupo de concursantes exquisitamente elegidos para dar juego televisivo. De la maldad divertida de Javier al carisma de Henar, pasando por la buena fe de Nico y la brillantez de Aurora, la justa ganadora. Una vez más, lo mejor de la edición  de anónimos, ya sean en niños o adultos, es el buen ojo de la productora en la selección del casting de participantes.

Los que también se atreven, pero menos, en arrancar el prime time a las diez de la noche son los programadores de Telecinco. Aunque ahora mismo nos tienen algo confundido con la estrategia horaria de ‘Love is in the air’, la cadena de Vasile emite la mayoría de sus platos fuertes después del informativo de Pedro Piqueras. Esta semana llegaba la tercera edición de ‘La isla de las tentaciones’ con datos de audiencia de vértigo, demostrando que empezar a las 10 de la noche es la mejor forma de darle a un formato la categoría de evento televisivo.

El programa invadía los hogares y las redes sociales, convirtiéndose en un fenómeno social digno de una final de torneo deportivo.  Toda una masa de comentarios en Twitter con un efecto de contagio muy superior al del coronavirus: muchos de los que solo pasaban por ahí, viendo la dimensión de las habladurías, decidieron sumarse al fenómeno.

La isla se estrenaba con tres millones de espectadores superando el 25% de share. Todo el mundo quería ver un buen espectáculo de miserias ajenas para olvidar las propias, que ahora vamos sobrados de ellas. El reality rompe parejas de Telecinco vuelve a ser una adicción de principio a fin, un vodevil de sentimientos encontrados capaz de producirnos vergüenza ajena y empatía al mismo tiempo.  Todo esto gracias al trabajo virtuoso de guión y edición amenizando este espectáculo de sentimientos de manera magistral. Y todo gratis y a partir de las 10 de la noche. Una experiencia compartida al mismo tiempo con otros millones de ojos. Y este es el verdadero valor de la televisión generalista en el siglo XXI.

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