La crítica de la semana: Presunción de heterosexualidad

ANÁLISIS | Semana del 15 al 21 de junio de 2020

En la tele, como en la vida, todo el mundo es heterosexual hasta que se demuestre lo contrario.

Pablo Alborán, con cara de haber matado a Kennedy, comunicaba esta semana a través de sus redes sociales que es homosexual. Una decisión de la que solo él es dueño, tanto en los tiempos para hacerlo como en las maneras de contarlo. El principal beneficiario de su declaración es él mismo, que podrá saborear su vida pública con algo más de naturalidad.

Pero de su libertad también se beneficiarán miles de personas que viven en entornos en los que Pablo adquiere categoría de referente social. Y no son pocos; no olvidemos que el malagueño es el artista que más discos ha vendido en España en la última década.

La declaración de Alborán tardó pocos segundos en reventar grupos de Whatsapp, últimas horas de medios escritos y corrillos televisivos. Lo que nunca debería ser noticia tomó categoría de bombazo. Que una celebridad comunique su orientación sexual, cuando esta no es la que se le presupone, sigue siendo noticiable. Y a pesar de que el cantante dijera: “soy homosexual y no pasa nada”, algo sí que pasa cuando nunca se hubiese sentado para hacer pública su heterosexualidad.

No soy tan ingenuo ni tan beato para entender que las palabras de Alborán despertaran el interés de todos. Tenemos la heterosexualidad tan interiorizada que todo lo que se aleja de ella sigue siendo destacable. Hay mucho camino por recorrer para normalizar lo que a día de hoy todavía no lo está. Ser gay o lesbiana continúa siendo algo exótico en el heteropatriarcado, una rareza dentro de la normalidad predominante.  Ya no se rechaza la homosexualidad, según lo políticamente correcto, pero nunca adquiere la equiparación absoluta; el mundo sigue pensando en hetero hasta que se demuestre lo contrario.

La televisión, en muchas ocasiones, todavía estigmatiza y desnaturaliza las orientaciones sexuales no predominantes. Tras la declaración de Alborán,  Sonsoles Ónega o Carlota Corredera, con igual torpeza que buena voluntad, reproducían en sus programas las miles de microhomofobias que todavía se normalizan en nuestra sociedad.  Mientras una tiraba por la típica lamentación por el hombre desaprovechado que deja de estar disponible en el mercado heterosexual, la otra presuponía que el cantante estaba escondiendo una vida menos ejemplar tras una fachada de yerno perfecto.

También se han visto estos días titularas de periódicos digitales claramente homófobos o personas que se han creído con el derecho de señalar al cantante por la forma de hacer pública su orientación sexual. Una de ellas ha sido Soyunapringada. La que en su día fue una Youtuber ingeniosa y ahora es una actriz que hace siempre el mismo papel,  se ha permitido el lujo de llamar gilipollas al malagueño por, según ella, ir de víctima y abanderado del colectivo.

Aquí nadie va de nada, la gente es libre de hablar de su vida cuándo y cómo le dé la gana. Hay que derribar un marco mental que es social, no cuestionar los presuntos intereses de un ser individual que decide dar un paso que nadie debería exigirle. Carguemos las tintas contra el sistema, y no lapidemos, ni canonicemos tampoco, a los que rompen la presunción que les acompaña desde que nacen y deciden declararse como no heterosexuales. Así que como dijo Buenefuente en ‘Late Motiv’: «Olé tú Pablo Alborán«.

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