La crítica de la semana: El secreto de un buen casting

ANÁLISIS | Semana del 4 al 10 de mayo de 2020

Masterchef’ es uno de los grandes formatos televisivos del siglo XXI. Da igual que Samantha Vallejo-Nágera tenga menos telegenia que Santi Acosta, que la duración de cada capítulo sea eterna o que la mecánica del concurso no haya cambiado un ápice desde el pleistoceno; cuando tienes un buen casting, y en esta octava edición es redondo, el público no puede hacer otra que rendirse ante un buen espectáculo.

Para ejecutar una buena receta es indispensable tener los mejores ingredientes. Ningún programa de televisión puede sobrevivir sin un elenco a la altura de las circunstancias. Para la elección del reparto de ‘Masterchef’ no priman tanto las habilidades culinarias de los aspirantes como su capacidad para generar odios y empatías ante la audiencia. Estos deben cumplir unos mínimos de cocina para despertar el apetito del espectador. Pero por encima de todo se busca que desarrollen tramas que vayan mucho más allá de la magia de sus recetas.

El talento entre fogones de los concursantes pasa a un segundo plano cuando el objetivo es hacer un programa de tele dirigido a grandes audiencias. Como en una obra de teatro, cada pieza del elenco debe desarrollar un rol diferenciado para abordar todos los palos de una función completa. Un abanico de perfiles que viene repitiéndose en casi todas las ediciones ‘Masterchef’: la abuela entrañable, el guaperas, la jovencita inocente, el resabiado, el gracioso de turno o la pérfida malvada. Estos papeles tan marcados hacen que el público identifique a los aspirantes, incluso antes que sus nombres de pila. De esta identificación nace el idilio perfecto entre el concurso y su audiencia.

Los aspirantes a ‘Masterchef’ también deben ser representativos de la diversidad de la sociedad española. En ‘Masterchef’ la tiranía de la edad es mucho más laxa que en la mayoría de talent shows. Ofrece un muestrario generacional más amplio que un concurso de cantantes, facilitando la identificación de todos los miembros de la familia con alguno de los aspirantes, simplemente por cercanía vital. Diversidad de edades y tener la cuota geográfica cubierta son esenciales para un buen reparto televisivo.

Este año han clavado el casting, por variedad y capacidad de generar tramas. Nadie echa de menos a Eva González y sus estridencias vocales cuando tienes a una señora capaz de presentar un plato con un pajarraco por desplumar. Saray y su ave moribunda se convertían en la imagen de la semana dándole al concurso un brutal estruendo en redes. Un eco social comparado al mítico “Estefaniaaaaaaaa” de ‘La isla de las tentaciones’.

La octava edición del concurso culinario es uno de los grandes éxitos de la temporada. Si a un reparto excepcional le sumas la situación de confinamiento y la pasividad del resto de cadenas la noche del lunes, la audiencia responde dándole a ‘Masterchef’ mejores registros que en años anteriores. La actual edición, y ya van 8, promedia un 20,2% de share, la cuota más alta de toda su historia.

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