La crítica de la semana: Entregadas a la causa

ANÁLISIS DE AUDIENCIAS | Semana del 18 al 24 de noviembre de 2019

Por mucha mentira que traspire la pequeña pantalla, cuando la audiencia encuentra verdad abraza con otros ojos el contenido que esta le ofrece. No hay aspecto que valoren más los espectadores que detectar entrega en aquellos que pretenden entretenerlos.

Telecinco llevaba años intentando reflotar sus mediodías del fin de semana hasta que llegó Maria Patiño y se hizo dueña y señora de la franja. ‘Socialité’ aterrizó como una opción modesta y poco pretenciosa, de la misma forma que hizo ‘Sálvame’ en su día, y poco a poco consolidó su territorio hasta alcanzar el liderazgo semana tras semana. El programa roza el 15% de share, muy por encima de unos competidores que fueron viendo como Telecinco les iba comiendo terreno hasta superarlos con creces.

Con un plató modesto y una presentadora novicia en esos menesteres la apuesta parecía arriesgada, pero así de caprichoso es el azar y la audiencia, a veces lo menos ambicioso termina siendo lo mejor recibido. Y es que el espectador busca cercanía y entrega, y de eso en ‘Socialité’ saben un rato. Un equipo joven con ganas de comerse el mundo que renuncia a las tan codiciadas noches del fin de semana para remar a favor de obra, para hacer de su programa una ilusión a la que llamar trabajo.

Este éxito de audiencia no sería posible sin la entrega de su maestra de ceremonias, una presentadora imperfecta que aborda sus retos profesionales dejando los endiosamientos de lado.  Autenticidad, esfuerzo y capacidad de reírse de una misma son algunos de los rasgos que describen a Maria Patiño. Lo mejor de la comunicadora es que por muy bien que le vayan las cosas al frente de un programa sigue mostrando la misma entrega cuando le toca bajar de escalón y situarse como colaboradora, la misma garra y el mismo empeño a la hora de sacar el programa adelante, sin cohibirse, ni dejando que sean otros los que chapoteen en el barro.

El espectador del siglo XXI busca reconocerse en los rostros que aparecen por televisión, encontrar verdad en los que se dirigen a ellos más que estampas de portada de revista ‘HOLA’. Maria Patiño, que en su día solo era conocida por el espectador habitual del mundo del corazón, ha llegado gracias a su entrega y a la difusión de las redes sociales a un público mucho más transversal. Sus bailes, sus discursos positivistas o su pronunciación del inglés son reclamos infalibles en Twitter. La Patiño ya es un símbolo de la iconografía popular, un animal televisivo que si mantiene los pies en el suelo le espera un largo recorrido.

Lo de Blanca Portillo no es tanto entrega como talento. La actriz encabeza el reparto de ‘Promesas de arena’, la nueva ficción de TVE para las noches de los lunes. Una serie mediocre, con buenos actores y tramas interesantes, pero con un guión deficiente en lo que a los diálogos se refiere. La historia puede enganchar por presentar un punto de partida interesante, la incursión de un grupo de cooperantes españoles en Libia, pero hace aguas cuando desgranas la acción del contenido. La audiencia no termina de acompañar y esta semana la serie de La1 descendía hasta el 9,5% de share.

Por muy honorables que sean las causas que visibiliza hay parte del engranaje que no termina de funcionar. Probablemente si eres ruso y no tienes ni papa de castellano lo que acontece en ‘Promesas de arena’ puede llegar a engancharte, pero cuando te adentras en las conversaciones entre personajes la previsibilidad y los clichés de siempre hacen acto de presencia. Entre todos los elementos que componen la ficción brilla la ejecución interpretativa de una Blanca Portillo que nunca falla en sus registros, por muy incrédulas que sean las palabras que salen por su boca…; pero esto no es nada nuevo en una actriz que borda todo lo que le echen por delante.

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