Goya 2019: Resumen de una gala donde brillaron los discursos

Lo mejor y lo peor de los premios Goya 2019.

«El problema no es que los discursos sean largos o cortos, es que sean buenos», dijo Andreu Buenafuente parafraseando a David Trueba. Lo que parecía una frase sin más para pedir a los premiados brevedad en sus agradecimientos, resultó ser la definición de la última gala de los premios Goya.

Fueron, de hecho, la salvedad de una gala que no terminó de cumplir las expectativas. Será lo que se recordará, discursos cargados de emotividad y reivindicación necesaria. La mayoría de los premiados aprovecharon el micrófono, que jugó malas pasadas en varias ocasiones por su altura, para hacer un alegato en pro de la diversidad y la inclusión. Jesús Vidal, ganador del Goya a Mejor Actor de Reparto, pronunció uno de los siete momentos más emotivos de la noche. Se plantó frente al micrófono sin importarle el tiempo. Era su momento, el momento en definitiva de todos sus compañeros, de todos a los que este grupo de actores representan. «No sabéis lo que habéis hecho», decía Vidal, añadiendo que este reconocimiento suponía «inclusión, diversidad y visibilidad». En ese instante, el Palacio de Congresos de Sevilla explotó en aplausos. Los Campeones revolucionaban el patio de butacas dando una lección a todos.

No menos emotivo fue el discurso de la ganadora del premio a Mejor Actriz de Reparto por ¿Quién te cantará?, Eva Llorach. La actriz se marcó un Frances McDormand pidiendo a todas las presentes, también a Penélope Cruz, que se pusiesen en pie para reclamar «a guionistas, directoras, creadoras, productoras… más papeles para las mujeres sobre todo en los años en los que se vuelven invisibles». También Arantxa Echevarria, Mejor Dirección Novel por Camen y Lola, brilló en su discurso en defensa de los derechos LGTBI. Aprovechó para dedicarle el premio a partidos como VOX «para que, por favor, vayan a ver una película de lesbianas, gitanas y mujeres. A ver si se les mueve algo». Se consiguió superar el clásico, «quiero dar las gracias a mi padre, a mi madre y al profesor de matemáticas de sexto de primaria que me ayudó a solucionar problemas», por discursos con mesajes sentidos, necesarios y con amor en tiempos de guerra. También fue aplaudido, sobre todo en redes, el del presidente de la Academia, Mariano Barroso, en defensa de la coexistencia de las plataformas para consumir cine.

Son momentos que quedarán en la historia de los Goya como reflejo de la situación actual que está viviendo el país. Sin embargo, el resto de la gala caerá en el olvido. Tenía todos los ingredientes para ser explosiva. Andreu Buenafuente contaba con la experiencia de haberse enfrentado a dos ceremonias de los Goya. De hecho, la primera que dirigió allá por el 2009 sigue sin superarse. Pero ahora, se le sumaba Silvia Abril. Su lado gamberro hacía esperar que la gala fuese irreverente y más canalla de lo habitual. Sin embargo, olvidabamos que los Goya no son los Feroz. Aquí está todo más encorsetado, más medido, lo de ofender a los presentes no está bien visto. Aunque parece que sí es más acepatable ver a un patio de butacas bostezando con ganas de que aquello acabe.

Los chistes fueron comedidos, sin hurgar mucho en la herida. Esperabamos revolución y una ironía más allá de lo políticamente correcto. De hecho así se vendió, de hecho así se cebó, advirtiendo a los ofendidos. Pero nadie podía ofenderse ante comentarios casi inofensivos. Tan solo Broncano y Berto Romero lograron salirse del guion. Colgados del techo protagonizaron uno de los momentos más naturales y cómicos de la noche. Entregaron el Goya a Efectos Especiales mientras a Broncano el arnés «le hacía tope con la polla» y a Romero se le pinzaba el músculo. Esto era lo que se esperaba de estos Goya, irreverencia y gamberrismo, pero se quedó en corrección. Ojalá sirva para que la Academia vea en ellos a los futuros presentadores de la ceremonia sin contarpisas a sus ocurrencias.

Se logró, en cierta manera, romper con la estructura habitual. Uno de los platos fuertes de la noche no se hizo esperar. Rosalía salió y enmudeció al patio de butacas y a los salones de los espectadores. Interpretó magistralemente «Me quedo contigo» de Los Chunguitos que terminó deslucido una realización técnica poco adecuada. Otra de las bazas era la colaboración entre Amaia, Rozalén y Judit Neddermann. Sin embargo, Amaia paraba la gala para decir que no se había enterado del inicio de la canción, una torpeza que parece haberse convertido en su marca, pero que resultó ser un problema técnico de los tantos ocurrieron durante la noche.

Hubo homenajes a la historia del Cine Español, a los que pusieron los cimientos de esta industria que hoy disfrutamos. En esta línea, se homenajeó a Chicho Ibañez Serrador, Goya de Honor 2019. Los directores que han trabajado el cine fantástico y de terror subieron al escenario para distinguir la labor de una de las piezas fundamentales del audiovisual patrio. Sin embargo, uno de los momentos más emotivos de estas galas quedó un tanto deslucido al no poder contar con el homenajeado en persona.

Y así se supera una ceremonia más. Con una gala comedida donde, por sopresa, han brillado los discursos por encima de cualquier otro momento. Y es que, el año que decidan romper con lo establecido, que rompan con los canones de lo que debería ser una entrega de premios en pro del espectáculo televisivo, ese año se recordará. Porque sí académicos, es la fiesta del Cine, pero se retransmite por televisión. No lo olviden. Ustedes que controlan de ritmos audiovisuales, de guiones y de la estética aprovéchenlo para convertir su noche, en una gran noche. No acudan a los Goya como si de Eurovisión se tratase, salgan a ganar. Estamos hablando de que se concentran en un Palacio de Congresos lo más granado del Cine Español, lo más talentoso, pero que siguen sin involucrarse como si no les perteneciese. Su deber no es solo recoger un premio, su deber como académicos y participes de la noche es proponer y aportar, y eso sigue sin producirse. Una pena.

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