Dulceida contra el mundo

Parece ser que en este país no aprendemos. Nos gusta ensañarnos, criticar e incluso humillar al ajeno en cualquier movimiento que este haga. No es nuevo esto, pero no deja de tener importancia. Y bien lo sabe Aída Domenech, la última víctima de esta práctica.

Resulta que tanto ella como su mujer Alba han ido de viaje a África con EF, la agencia especializada en orquestar recorridos por exóticos países con el objetivo de aprender inglés. Allí, la pareja se encontró con un grupo de niños que, tras compartir juegos, pidieron las gafas que ambas llevaban, por lo que ellas se las regalaron. Entonces viene el error de la ex asesora de ‘Quiero ser’, pues colgó en sus historias de Instagram una instantánea del momento acompañada de una par de frases que evidenciaba la alegría que sentía por haber compartido tiempo  con los críos, además de contar la historia de las gafas. Y digo que se ha equivocado no porque me parezca que lo que hizo este mal, pues sinceramente, todos haríamos lo mismo al estar infectados por el virus de las redes sociales y su ley no escrita de compartir lo máximo posible. Me parece mal porque estamos en un mundo que donde cualquier cosa nos molesta y en el que miramos con lupa todo para encontrar el fallo, cosa que debería saber ella como experta en redes sociales que es. Y obviamente, no podríamos deja escapar esta oportunidad de oro de arrastrar públicamente a alguien.

¿Qué podría haberlo hecho mejor? Por supuesto. Tenía la opción de haberse guardado el momento para ella o de haber aprovechado su enorme popularidad para iniciar una recogida de fondos para el poblado, en caso de que sea cierto lo que dicen las redes de que la población del lugar esta quedándose sin agua, dato que pongo en duda puesto que me ha sido extremadamente difícil hallar la fuente de dicha información por más que he investigado.

Ya que estamos dándole una lectura tan intensa y profunda a todo, no deberíamos quedarnos con la facilidad de convertir a la chica en TT mundial a base de insultos, sino que en vez de aprovechar el panorama para ganar retweets, tenemos la opción de  enseñar a la influencer en que se ha equivocado y como enfrentarse a la situación en caso de que vuelva a suceder.

Pero sobre todo, deberíamos hacer un examen del contexto actual y pongamos como objetivo el indignarse por cosas que realmente merezcan la pena, que estamos derivando en una sociedad abonada a la queja barata y aferrada a la ofensa como forma de vida, transmitiendo con eso un hartazgo generalizado a la población que no va a escucharnos -y mucho menos colaborar- cuando haya un problema serio que lo requiera.

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