La crítica de la semana: Esperanza entre miserias

ANÁLISIS DE AUDIENCIAS | Semana del 16 al 22 de octubre de 2017

La televisión debe ser el instrumento que entretenga y la vez destape todas las vergüenzas que el Estado pueda ocultar. Entre tanto periodista cortesano y mordaza nacionalista, todavía existen comunicadores valientes que dan la cara ante las injusticias.

¿Nadie en el Gobierno se ha molestado en mirar las audiencias del último mes? Si las televisiones nacionales están sufriendo para llegar al 13% de share es porque en Catalunya existe una televisión pública que ha pasado de ser la tercera opción a convertirse en líder indiscutible jornada tras jornada.  No hace falta ser muy inteligente para entender, con los datos de audiencia en la mano, que cuanto más se intervenga la autonomía más apoyo mostrarán los catalanes a sus instituciones. Gráficamente esto es como tapar un escape de agua con un trozo de celo, y si me apuras, es hacer más grande el boquete. En este (no) diálogo de besugos cargado de electoralismo y de poca inteligencia política quien más pierde somos nosotros, los que nos levantamos por la mañana pensando en encontrar un alquiler barato o en si funcionará el regreso de OT. Somos pocos, pero somos aquellos que nos gustaría vivir en un mundo donde las prioridades fueran el bienestar de los pueblos y no las luchas por saber quién tiene la bandera más larga. Cuando creemos que las cosas no pueden ir a peor y empezamos a recobrar la “normalidad”, se da un nuevo golpe sobre la mesa que solo echa más leña al fuego. En el mundo idílico en el que me gustaría vivir  no se intervienen televisiones por pensar diferente, se proponen soluciones inteligentes y no se busca el rédito electoral en todo el territorio humillando una de sus porciones. Si alguien cree que con el 155 el independentismo perderá fuerza en las elecciones impuestas que me lo diga, que me juego mi nómina a todo lo contrario.

Me gustaría vivir en un país con una televisión pública a la que agarrarnos en momentos de incertidumbre, un país que mientras una de sus partes se quema la televisión pública me informe de ello y no me despiste con un esperpento presentado por Carlos Herrera. El domingo pasado algún desalmado se dedicó a quemar los rincones más bucólicos del noroeste peninsular y TVE emitía a esas horas el estreno más esperado de la temporada, un programa imprescindible para nuestras vidas que no podía cortar su emisión hasta que el fuego no llegase a la Moncloa. ‘¿Cómo lo ves?’ aterrizaba en La1 para arrojar luz a todas nuestras dudas existenciales; pasaron de preguntarnos por Puigdemont a si perdonaríamos una infidelidad con la misma ligereza que Sonia Monroy se paseó por la alfombra roja de los Oscar. El programa va de lanzar preguntas al aire, cuestiones huecas todas ellas, y que la gente y los presentes en el plató respondan. Un formato caduco con buenos comunicadores entre los tertulianos, que por la necesidad o la falta de trabajo  se han visto obligados a ir al programa para verse interpelados por opciones de respuesta que ni comparten. Por si esto fuera poco, tenemos a uno de los Morancos sacando su  artillería de chistes que no hacen gracia ni al presentador y a Carmen Lomana haciendo apología de la superficialidad. En todo caso, en España la gente que vio la televisión esa noche no es del todo tonta, y el programa tuvo que conformarse con un escueto 10,2% de share.

En estos tiempos de escasez de ideas y de falta de denuncia social uno se reconcilia con el medio cuando reaparece con su segunda temporada ‘Fuera de cobertura’. El programa de reportajes de Cuatro regresaba el pasado jueves para recordarnos que no todo está perdido, que todavía existen periodistas valientes con ganas de destapar las vergüenzas del mundo que nos rodea. Es probablemente uno de los mejores formatos que hemos visto en los últimos años, por su enfoque achurado y por su nulo sensacionalismo al retratar realidades ya de por sí funestas. En su regreso a la pequeña pantalla abordaron el desamparo humanitario que sufren los presos españoles en una cárcel peruana, ante la impasibilidad de las administraciones y las evasivas del consulado español. El programa se encarga de visibilizar aquellos hechos que no aparecen en los noticiaros, pone el foco en el mapa de las injusticias olvidadas. Es televisión pero también es compromiso social, es entretenimiento pero a la vez es servicio público. Alejandra Andrade narra sin condimentos, viviendo el relato desde dentro y con el único objetivo de destapar la verdad. No se llevará el premio Ondas este año pero muchos seguiremos esperándola cada jueves para seguir creyendo en el periodismo. En su estreno ‘Fuera de cobertura’ marcaba un notable 7,3% de share.

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