El cachondeo español con la regulación del prime time televisivo

La racionalización de horarios y la existencia del access prime time a análisis.

Si hay algo que está sumamente claro es que el consumo televisivo en España se encuentra en constante proceso de evolución. Eso es una verdad irrefutable. Cada vez devoramos más productos audiovisuales ‘a la carta’, sobre todo, tras la llegada de plataformas como Netflix y HBO a nuestro país.

En una época en la que tenemos la posibilidad de visionar varios capítulos seguidos de nuestras series favoritas sin interrupciones y programas enteros con apenas publicidad, las cadenas generalistas y temáticas españolas, tanto públicas como privadas, continúan en sus trece a la hora de mantener el comienzo de su prime time más allá de las 22:30 horas.

Sin embargo, la paciencia de los espectadores tiene un límite y el público se ha puesto ya en pie de guerra contra estas desacertadas decisiones de los directivos y programadores. Los horarios se han vuelto insoportables y este es un problema que parece no tener solución a corto plazo (y no porque no exista).

El origen del conflicto de los horarios

Los espectadores no somos tontos y en muchas ocasiones, a las cadenas se les ve el plumero de una forma muy descarada. Con el objetivo de arañar unas décimas en su cuota de pantalla, buscan rellena toda una franja horaria con un único contenido. Para ello, estiran al máximo, hasta la madrugada, cualquier serie o programa que se emita en los momentos de máxima audiencia.

De este modo, suben disimuladamente su share y les resulta más barato, porque ocupan también otras franjas en las que existe menor competencia. Además, si estiran su programación más allá de la medianoche, consiguen meter una o dos pausas publicitarias más, que se ubican ya en el late night, pero que son vendidas a precio de prime time.

La intención de adelantar el prime time a un horario algo más razonable (en la actualidad, muchos contenidos empiezan a las 23 horas) comenzó en el año 2014. En abril de ese año, la entonces ministra, Ana Mato, se reunió con las privadas para intentar negociar diversas alternativas que permitiesen a los televidentes poder madrugar al día siguiente sin tener que quedarse despiertos «hasta las tantas» para ver finalizar su programa favorito.

Sin embargo, todo se quedó en agua de borrajas. Las cadenas privadas se escudaron en que esos horarios estaban totalmente justificados, ya que el ritmo de vida de los españoles estaba cambiando, debido a sus crecientes ocupaciones diarias, y el momento en el que más gente se reúne frente al televisor se produce pasadas las 22:40 horas. Por tanto, realizar cambios en esta tendencia sería contraproducente y ocasionaría graves pérdidas económicas.

Ante este turbio panorama, TVE quiso desmarcarse y, durante un breve periodo de tiempo, adelantó el comienzo de su prime time a las 22 horas. Como novedosa medida, la segunda edición del Telediario disminuyó su duración para que las series o programas que se ubicaban justo a continuación pudiesen comenzar a una hora coherente. A pesar de este leve esfuerzo, las audiencias de la pública tras esta decisión comenzaron a empeorar, más aún, y progresivamente, fueron recuperando la tendencia habitual de las privadas para no quedarse rezagados en el vagón de cola de la parrilla.

El problema salta a la prensa internacional

El conflicto es más complejo de resolver de lo que parece y a todos los factores que intervienen en este entramado, ahora se suma uno más. El PSOE ha exigido a RTVE que revise los horarios en los que se emiten sus programas infantiles. Esta petición cobra especial relevancia en programas como ‘Masterchef Junior’, sobre los que sobrevuela, y con mucha razón, la idea de que «si su público es esencialmente infantil, en ningún caso debe terminar más allá de las 11 de la noche o si se programa los viernes y sábados, nunca sobrepasando la barrera de la medianoche».

Algunos medios internacionales, como el británico ‘The Guardian’, se han hecho eco de estas reclamaciones y se muestran tajantes con la ineficiencia española en la concilación de los horarios, sobre todo, centrándose en los niños, ya que consideran que estas erróneas decisiones «aumentan de manera exagerada el cansancio de los más pequeños».

La televisión en España no respeta los horarios

Aunque parezca mentira, España se encuentra en los primeros puestos de un ranking, pero no precisamente en términos positivos. Tenemos uno de los prime time más tardíos de toda Europa, en comparación con otros países como Alemania, donde comienza a las 20 horas y finaliza a las 23 horas, o Reino Unido, que funciona de manera bastante diferente, ya que sus programas de máxima audiencia arrancan a las 18 horas de la tarde, algo que sería totalmente impensable en España.

La existencia de programas de access prime time, cuyos precursores fueron algunos como los míticos ‘Pecado Original’ o ‘El Informal’, han provocado que los contenidos estrella se ubiquen más allá de las 22:30 horas. Todo esto, unido a que muchos de ellos tienen una duración superior a 3 horas, provoca que si queremos ver hasta el último minuto, tengamos que mantenernos con los ojos como platos hasta mínimo las 2 de la mañana en la gran mayoría de ocasiones.

Este desconcertante panorama ha suscitado decenas de críticas en redes sociales y reclamaciones contantes de los telespectadores dirigidas directamente a las cadenas, que son las únicas responsables de este problema y también las únicas que pueden actuar de inmediato para evitar más daños colaterales. Sin embargo, parece que la situación no solo no ha mostrado ni un ápice de mejora, sino que nos dirigimos sin frenos a ese precipicio en el que la útil combinación de horarios y responsabilidades resulta totalmente imposible.

¿Existe solución?

Claro que existe, pero para poder llegar a algo, lo primero que hay que tener es disposición. Resulta totalmente necesaria la realización de un sólido esfuerzo por racionalizar los horarios en España y esa tarea, sobre todo, es responsabilidad de las cadenas privadas. Ellas son las que deben ponerse manos a la obra y adecuar su oferta televisiva a las necesidades mayoritarias de la población.

Basta ya de refugiarse en excusas banales con las que se nos pretende hacer creer que los cambios y decisiones se toman en pro de la audiencia, cuando en realidad todo parte de razones meramente económicas. Y ojo, esto para nada es reprochable, ya que como cualquier empresa, las televisiones privadas son un negocio, pero tienen que aprender a cuidar a su público, que al fin y al cabo, es que «les están dando de comer» y merece un total y absoluto respeto.

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