OPINIÓN | El desaire de TVE a Ana Obregón

 Por Jesús Carmona
  El porqué de las cosas catódicas. 

 
Estoy pasando unos días de purga universal, de replanteamientos y de lodos afectivos. De esos túneles emocionales lúgubres y para los que no quieres ruta ni luz. Hay días que embalas tu seguridad y tu lado disfrutón y te aferras al desgarro, al recreo del ‘ay de mí’. Y sabes el lugar en que guardas la brújula y también la persona que es capaz de sacudirte y recomponerte los trozos, pero te niegas a verlo. ¿Se nos hace justicia en lo que hacemos? La culpa de este revoltillo puede que la tenga, simplemente, la Navidad. Lo mismo debe padecer en estos momentos Ana Obregón.

Este lunes se grabó, con nocturnidad y con el celo de un ratero en casa ajena, la gala que festeja los 60 años del ente público. Raffaella Carrá pone el rostro a la presentación y Gestmusic responde al cómo. José Luis Moreno ha quedado desbancado en este proyecto, y quizás en ese matiz cabe una blonda extensa de conjeturas y alguna certeza. Moreno es polémico, tiránico con respecto a remunerar a los que trabajan con él, incluso destila tintes ególatras que lo dibujan con caricatura y lo aleja. Pero sí cuenta con algo positivo: sabe darle su sitio a los veteranos, aunque peque de corte celestial.

Sin embargo, creo que el sentido común no debe venir sólo de un productor, sino que debería aflorar en todo el que controla la televisión. Vivimos en un país en que sólo se premia con aspavientos cuando el protagonista yace en caja de pino. La gala pasó revista por todos los emblemas de RTVE, mirando hacia adelante, como reza su eslogan. Como todo lo que se desprende del estatal, se verá en diferido y con un tufo maloliente y borroso. El cartel tira de invitados tan dudosos como desdibujados. Parece indicar que en su mira de futuro, ni qué decir de pasado o presente, el canal de todos le hace el quiebro a perfiles tan carismáticos como Ramón García y Ana García Obregón.

¿Dónde estaban este lunes durante la grabación? No se les invitó, según me remarcan. Querían una gala diferente, «exenta de ruido», me relatan. Claro guiño a uno que yo me sé. «Ana no estaba al tanto», me aseguran. Y me lo creo, porque si algo le pirra a Obregón es una gala en su casa, como ella la define. De Ramón poco saben o nada me cuentan. Y caminando por el inestable mundo de las cábalas, poca gracia ha tenido que hacerle a Anita, sobre todo cuando ella sabe que hay personajes ocupando foco en esa gala que despotrican de un canal que consideran ya de segunda división. Y ella, lejos de arrugarse, siempre saca pecho por TVE. Sin duda, es más importante en el acervo colectivo la figura de la Terremoto de Alcorcón que una pareja que nos dio la mano en momentos clave de nuestra evolución personal y televisiva. Muchos periodistas del gremio se echaron las manos a la cabeza ante lo que estimaban una ausencia incomprensible e irreparable.   «Hombre, también puede ser por temas de productora. No sé decirte la relación que hay entre Ana y ésta», me suelta un amigo.

Mantengo conversación con dos colegas que tuvieron opción de asistir a la grabación. (Otra cosa destacable del percal: la selección tan pintoresca de congraciar a un número súper elitista de prensa escrita y digital. Ay, ay) Me cuentan que la gala estuvo a la altura del marco que la hace posible, que es muy emotiva y que invita a la lágrima. Que se ajusta y contrae mucho, por falta de tiempo. Y que el diferido la va a afear un poco, me rematan. «Claro que salen cosas de Ramonxu y de Ana», salen rápidamente a aclararme. Sólo faltaría. Aunque el daño y el atropello a la memoria, está hecho. Sin duda, prefiero lo casposo de Moreno a lo inmoral. Eah, hasta aquí.


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