El diario secreto del Televisero: Aitor Carrasco (I)

Estrenamos una nueva sección en la que encontrarás los diarios secretos de muchos de los personajes de ficción que fueron un hito en nuestra televisión. Se trata de una sección novedosa y, sobre todo, ficticia. 
Agosto, 2012

La vida fuera de San Antonio es difícil, dura, pero sobre todo, diferente. Hace ya unos 19 meses que me fui de allí. La relación con Lis se acabó. Cuando sucede algo en la vida, es absurdo mirar hacia otro lado y esperar a que el problema desaparezca porque algo te lo recordará. Por eso, abandoné la comisaria y me fui. Quería irme a un lugar diferente, donde nadie me conociera y donde Aitor Carrasco fuera solo un secreto con el que jugar con el pasado.

A Lis le gustaba leer libros, pero la mayoría de los que leía eran mensajes secretos que me lanzaba. Al principio eran mensajes de cariño, como el que se leía en el hospital cuando estuvimos infiltrados (vídeo). Pero luego fueron cambiando. Hasta que llegó el día que decidió leer «Ulises, el rey de Ítaca».

Recuerdo cómo de pequeño mi madre me contaba cada noche un cuento. Mi favorito era el de Ulises. Sus aventuras surcando los mares y luchando contra todo tipo de adversidades hacía que cada noche saltara encima de la cama y los sillones del salón creyéndome el vencedor en la isla de los Cicones o enfrentándome al Cíclope. Nunca le conté a Lis nada de mi infancia, pero fue un mensaje claro: tenía que irme y abandonar a Penélope.

La noche de Reyes de 2011 abandoné el barco (San Antonio). «Siempre que algo termina, es porque algo empieza» escribí en su nevera. Cogí el libro de Ulises y me fui. Sabía que mi próximo destino estaba en el mar. Algo me impulsó a coger el primer barco que encontrase, total, no me importa que se acabe el mundo, no tenía otro sitio donde ir.


Si mi madre era la única persona que podría hacerme cambiar el rumbo, dejó de ser el único ancla que tenía a la tierra. Ahora, su amante, iba a ser el cíclope al que Ulises se enfrentaría, y el caballo de Troya en el que me infiltraría, sería el Estrella Polar.


Como en la historia de Ulises, hubo muchas sirenas que me hipnotizaron durante el viaje. Aunque pensé que el amor no volvería a mi vida después de toda la historia en San Antonio con Sara y Lis, conocí en el Barco a una chica algo inquieta. Estudió en un internado y eso debe de dejar huella.


Hace unas semanas que tuve que dejar el barco. De nuevo, por amor y es que ya saben, como dice Joaquín Sabina, amo el amor de amo el amor de los marineros, que se bescan y se van. En cada puerto una mujer espera, los marineros besan y se van. Y yo me tenía que ir a Barcelona.



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