OPINIÓN | Juan y Medio, el alcahuete canijo

 Por Jesús Carmona.
 El porqué de las cosas catódicas. 

Siempre he catalogado a Juan y Medio como el Jorge Javier allende el epicentro español. Lleva residiendo con éxito abrumador en Canal Sur TV desde hace milenios, su nombre es tan arduo disociarlo de la imagen andaluza como el de Jordi Hurtado del formato ‘Saber y ganar’. 
Cuenta en la única televisión sureña que no ha sucumbido a la debacle económica con la misma virulencia que otras, con palco de abono. Habida cuenta se vanagloria de estar atornillado estética y contractualmente a la cadena. Eso sí, dispone de una libertad condicional en la que se le permite, puntualmente, presentar formatos a nivel nacional. Gusta con fruición su desenvoltura ante la cámara; su sibilina ironía revestida de picardía; su sonrisa traviesa que engatusa tanto a octogenarias como a chavales imberbes. Su gallardía le granjea abarrotados audímetros tanto cuando se propone enredarse con zánganos, como cuando hace de alcahuete entre la senectud más pintoresca. Y los avezados del medio han sabido cogerle las vueltas campechanas. Mantiene excelentes relaciones con todas las empresas audiovisuales. Todo el mundo destaca su garbo y profesionalidad. 
Ahora anda al frente de dos espacios de corte dispar, pero igualmente interesantes. El que lo ata a TVE, ‘Poder Canijo’- un percal divulgativo cuyo propósito es acercar la docencia primitiva al espectador de la mano del profesorado-, se ha hincado en el fango indiferente, marcando un pobre dato. Yo lo vi, y me gustó. Me animaron los chavales, sus tropelías, así como las cuestiones baladí que surgían ,y la manera de cercarlos de Juan y Medio. Es un programa blanco, limpio, quizás demasiado infantil. Puede que su luz destelle en Navidad o en Clan TV, pero en La 1 escaso recorrido le vaticino. Más cuando su emisión es en el ecuador de una tarde en la que los niños andan más ocupados en otros menesteres. 
El fichaje del presentador con Antena 3 me excita bastante más. Se trata de un formato amoroso, destino a amar o a ser amado. Se busca el amor, alegando que está en el aire. Aquello mismo que pilota Juan en Canal Sur, pero con mayor frescor y algarabía. Con una agilidad que sólo proporciona el buen presupuesto y una cadena privada. Desconozco su audiencia, pero cumple una máxima legendaria: entretener. Si estás viendo algo que te invita a leer un libro de reojo, o por lo que no te importa demorarte en el baño, más vale que apagues el televisor y duermas. Los amantes de la buena tele conocen los orgasmos audiovisuales y reniegan del zapping. Yo estoy pegado. Te evade, no te hace pensar, es grácil, suave, te mece en la carcajada fácil y provoca muecas de identificación. Aborda dramas personales, desahucios emocionales, sequías de pasión que tiran a dar en la parcela de la lágrima, resquebrajándola. 
Se puede resumir como un giro de tuerca de ‘Hay una cosa que te quiero decir’. En el programa de Juan y Medio, en detrimento, observo cierto parentesco con ‘First Dates’, el restaurante imperfectamente amoroso que conduce Carlos Sobera en Cuatro. Y veo, o quiero ver, mejor dicho, en el espacio del andaluz un sentimiento puro, que revuelva el estómago, que explote en verdad, alejado de todo frikismo. Porque el amor visto desde las entrañas, nacido de dentro hacia afuera, no precisa de confeti. Me acarició el alma la historia de amor de Trini y Mari Carmen. 
Me gusta ver a Antena 3 quitarse encorvamiento con amor, aunque las gotas de telerrealidad vengan en letra pequeña. Si en las próximas entregas le dan más dinamismo al directo en plató, me declaro enamorado de Antena 3. 

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