OPINIÓN | Paz y la Tómbola hipersensible

 Por Jesús Carmona
  El porqué de las cosas catódicas. 


El debate sobre la moderación y la mesura en la televisión, tanto para amparar la protección del menor como por velar la lesión moral y emocional del espectador medio, es más viejo que la tana. Pero sobre el tapete se extienden muchos claroscuros, lagunas legales y lesiones que, lejos de desagraviarse con la ley en la mano, quedan en un limbo tan nebuloso como peligroso. Las sanciones a las televisiones por quebrantar lo establecido son el pan de cada día. Y la adecuación del contenido al horario es una teoría fullera y utópica a partes iguales. El horario infantil es un cerco que abarca desde las 8:00 a las 9:00 de la mañana, y desde las 17 a las 20 horas.
Atención al subterfugio, porque esto no quiere decir que el resto de horas cabalguen desbocadas en un prostíbulo verbal. También, se dice, que hay ojo avizor. Pero hay empresas que hacen carambolas y ensartan escenas de sus series en horas que estiman de asueto oneroso. Hace unos días mi madre me llamó y en el devenir de la conversación me mostró su desazón y su espanto tanto una escena que la hizo abandonar el salón. Lo peor, me cuenta, es que no es la única hiriente que ha visto. Me van a perdonar que no nombre el canal, secundario, del grupo. Trabajé en él y me siento un tanto sucio. Se trata de una serie de televisión muy exitosa que muestra las andanzas de una comunidad de vecinos. Me relata mi madre que la escena que la revolvió fue en el bar de la comunidad, una mujer soltó a la barra una bolsa con ‘harina’ y ayudada por algo afilado la separó en finos tiros. Toma protección, sí señor.
El público se escama cuando prevé sexo explícito o insinuado, o cuando una mujer enseña una teta, y nada parece remover conciencias cuando una actriz, interpretando un papel -claro está-, se hace un viaje. Tenemos un sentido de la protección, de lo sensible un tanto arenoso. Por no hablar del mundo Twitter, las redes sociales se vuelcan con soberanas gilipolleces que atentan contra la inteligencia, y cuando presencian escenas en las que de verdad deben movilizarse, se ríen del Recio de turno y del pinchito de aquél. Me parece una tómbola barata todo.
Que le pregunten a Paz Padilla, cuya última polémica la sitúa poco menos que como una racista. La acuchillaron en las redes porque, según me cuentan, en ‘Sálvame’ vino a manifestar en un tono sorpresivo y humillante que los negros son personas súper trabajadoras y honestas. Y Twitter, que debe poblarse a esa hora de ninis sin futuro ni presente, la colgaron en la plaza pública. Me cuentan que Paz está tranquila, que sabe lo que se cuece en internet. Y lo más importante, me dejan claro que ninguna importancia se le ha dado a tal menudencia desde arriba.
Vivimos tiempos en los que se está agotando, tristemente, el sentido del humor, la ironía y lo humorístico. Preocupémonos más por lo explícito que por lo verbal, al fin lo que queda registrado es lo que vemos. Y hagamos de las redes sociales un uso inteligente, claro que tontos hay todos los días.


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