OPINIÓN | La moralina de Jesús Quintero

En estos momentos me atrevo a expresar sin rubor que Jesús Quintero es el anticristo, el señor malhumorado que monta filípicas a Dios y a su madre cada vez que una cámara de televisión se le acerca. Al ‘loco de la colina’ lo conocen muy bien en Sevilla, por más que esto vaya en detrimento de su imagen. Diferentes portales de televisión han escarbado en busca de testigos y éstos han brotado dibujando una caricatura de Quintero dantesca. Si bien antes estaba en la sequía laboral, ahora aquel profesional que departía con micrófono de oro ha sido devorado por su propio personaje. Hecho del que siempre ha inoculado desprecios inquisitoriales. 

Déspota, manos rotas, agresivo, soberbio. Así dicen que es Jesús Quintero cuando las cámaras descansan y el piloto rojo se vuelve a negro. Escupen que está endiosado, que en su época de la colina nadie podía rebatirle. Tan sólo a nivel artístico algunos profesionales de la televisión sacan la cara por él y le tienden puentes para que se recomponga. Eso sí, todos están de acuerdo en algo: el periodista andaluz es muy exagerado. “Siempre saca de madre todo, es verdad que nunca ha tenido una economía saneada porque se ha metido en proyectos sin futuro, pero de ahí a estar en la ruina…”, asevera Isabel Gemio. 
Lo que ocurre es que Quintero un día estaba irritado, con un enfado morrocotudo, y con las cuentas al cuello, haciéndole presión y rozadura. Y se fue de la lengua, habló largo y tendido sobre sus temas financieros y sus severos problemas para volver a trabajar en televisión. Clamaba desgañitado ese día que no entendía tanto ostracismo, que un día aportas la vida y otro te cuelas en un  hoyo profundo y frío. En una etapa dorada se curtió de una buena mochila de afectos y amigos, al menos eso creía él. Hoy, esos amigos son los mismos que le responden con evasivas. 
Para colmo de males, en su barrio sevillano tampoco respira una atmósfera agradable que le haga olvidar sus desaguisados varios. Allí, en la calle, le hacen ver con caras afiladas lo que adeuda a diestro y siniestro. Desde una cena hasta una televisión. Por esa hostilidad creciente, Quintero prefiere parapetarse en su casa para ver si escampa la mala suerte que se ha cebado con él. 
Cuando las cámaras lo increpan, Jesús saca una fiereza, una conducta hierática que lejos de ayudar, lo perjudica. Se empeña, inútilmente, en hacer ver que no tiene ningún problema económico. Y se encara sin filtro al reportero de turno: “Eso es lo que te gustaría a ti, ¿no? Que estuviera arruinado”. 
Tal día como hoy, hace semana y media, un programa de televisión se puso en contacto con Jesús Quintero para charlar y para proponerle un plató de televisión. Iba a escribir servidor el medio y hasta el programa y la productora, pero me han recomendado que mejor juegue. Ustedes sabrán. 
Fue una conversación telefónica bastante tensa, cargada de silencios y de palabras rígidas, cortantes, por parte del periodista. Puso el grito en el cielo cuando le ofertaron sentarse en un programa de mucho éxito. Aseguró que ese nunca había sido su cometido y que nunca lo será. “He mantenido toda la vida una línea profesional muy clara…”, me dicen que afirmó. En ese momento, el redactor le hizo ver que si no aceptaba, ellos, como programa, llevarían invitados incómodos, que quieren hablar. Jesús montó tal espectáculo por teléfono que la conversación se cortó. 
Y es en este maremoto donde yo me hago una pregunta: “¿No estará el señor Quintero engordando el silencio sepulcral con golpes de dignidad engolada para que la vaca sobrepese y la matanza dé frutos de más? Ay, ay. Estos periodistas de antaño, lo que les cuesta ponerle precio a una chorrada personal. Que yo sepa, aquí nadie trabaja para el Padre Ángel.  
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