OPINIÓN | Larga vida


Todo vuelve a comenzar. El Hormiguero dio ayer inicio a su décima temporada en emisión (que no en Antena 3). El regreso no pudo tener mejor resultado, con Alejandro Sanz como invitado, el programa capitaneado por Pablo Motos consiguió un nuevo récord histórico con un 20’5% de share (3.326.000 de espectadores), logrando incluso el minuto más visto a las 22:49 horas, con cerca de 4 millones y medio de espectadores y más de un 26% de cuota de pantalla. La fórmula de El Hormiguero sigue inagotable. Bien es cierto que la competencia era nula, El Gran Wyoming y su equipo no ha vuelto de sus vacaciones. El Intermedio es el único espacio del prime time capaz de plantar cara a Motos. Sin mariposas, ni nada por el estilo.
Cuando la cabecera empezó a rodar, nada parecía nuevo. Algunos rostros habían sido sustituidos por otros, pero la estructura era la misma. Tanto así como el baile de entrada que forma parte del ritual de inicio. Ni tan siquiera se sustituyó la canción que da lugar al baile, la misma con la que se cerró la novena temporada. Todos, cabestrillo en brazo en señal de solidaridad con Motos, dieron los pasos establecidos en el baile de apertura. 
El plató no tenía cambios visibles. Se echa de menos aquellas etapas antes de la crisis cuando los programas engalanaban sus escenarios de cara a una nueva etapa. Todo cambiaba: decorados, mobiliarios, cabeceras, sintonías, etc. Eso ya no ocurre. No hay cambios visibles. Las modificaciones en el entorno resaltaban un nueva etapa. Pero ayer, parecía un lunes más. Después de las reposiciones veraniegas, tan solo daba la sensación de que había trascurrido un fin de semana desde que se fueron hasta el estreno. El vídeo introductorio fue delicioso. Los rostros que habían pasado por la última entrega de El Hormiguero fueron participes de la historia. Ya se había adelantado un fragmento en la presentación de la temporada, pero en su integridad resultó brillante.
Pese a las novedades anunciadas, las secciones fueron las de siempre. Las hormigas, en lugar de proponer un juego al invitado, optaron por recrear una conversación entre los artistas latinos que Sanz podía tener en su agenda.  El cantante tuvo que distinguir si cuatro tipos tocaban la guitarra o simulaban hacerlo con una raqueta, por una anécdota de su infancia. Acto seguido, aprovechando su embarazo, llegó Pilar Rubio que va a contar a la audiencia las particularidades de la gestación. Anna Simón entró para representar junto a Motos estar en una montaña rusa. Algo que, quizá en el ensayo, se pensó que iba a triunfar pero que luego resultó ser más bien algo un tanto pobre. La colaboradora continuó con la sección que ya desempeñaba en la anterior etapa. Del mismo modo que lo hizo Marron con su ciencia. 
Evidentemente no se iban a quemar todos los cartuchos de las novedades en la primera jugada, pero se echó de menos algo de innovación. No dio la sensación de que era una nueva etapa. No dio la sensación de que se habían planteado novedades. Se echó de menos espectacularidad en el estreno. Salvo la sección de Pilar Rubio, que tuvo poco atractivo, todo fue más de lo mismo. Resulta solvente, interesante, pero poco arriesgado para comenzar la décima temporada. Pero si algo tiene El Hormiguero es que no engaña, se ríen de sí mismos y es una apreciable virtud. Así lo demostraron con la simulación planteada por Anna Simón. No hay pretensiones, se asumen los errores haciendo humor de ellos. Esa nobleza, esa cercanía atrae al espectador. El Hormiguero estuvo desnortado allá por su última etapa en Cuatro, parecía que había perdido el rumbo incorporando micro secciones que invitaban al zapping. Su paso a Antena 3, su intención de explotar todo su potencial ha convertido al espacio de Motos en un rincón único en nuestra televisión a la altura de la factura más internacional.
Muchos critican el protagonismo de su presentador, sobre todo cuando reciben a alguna estrella internacional. Pero Motos sabe lo que hace. Se suma a la actitud con la que venga el invitado, forma parte del show, no es un mero espectador que asiste ausente a la exhibición del entrevistado. Otros se quejan de las entrevistas del de Requena. Pero El Hormiguero no es Redes, ni Motos es Quintero. Lo que consigue su conductor son declaraciones que en otras entrevistas no van a recoger, preguntas más atrevidas, a veces insolentes, descaradas, y eso se agradece. Ver una perspectiva del invitado que en otro programa difícilmente se podrá ver. 
El Hormiguero está en su mejor momento. Diez años después es un referente nacional en cuanto al entretenimiento. Su nombre ha sido paseado por estrellas internacionales que eligen el programa de Motos para hacer sus promociones por encima de otros a nivel Europeo. Lo que El Hormiguero ofrece nadie más lo ofrece en nuestro país. Su particular humor, su transparencia, su empeño por seguir evolucionando cada día, aprendiendo de los errores, les ha situado en una posición merecida. Ahora solo queda esperar a que esta década cumplida en antena sea la primera de otras tantas.

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