OPINIÓN | El regreso bajo convenio de Mercedes Milá

 
EL PORQUÉ DE LAS COSAS CATÓDICAS | Por Jesús Carmona.

 

 

Hay promesas cuya fuerza y determinación en su ejecución te convencen
sin reservas, te las crees ciegamente, porque están bañadas de corazón.
Otras, en cambio, puede que estén hechas con el mismo filo y el mismo
gesto, pero sabes perfectamente que son falsas, endebles, frívolas. No
obstante, hay un tipo de ofrenda mucho más escurridiza y peligrosa,
aquella que navega entre lo muy creíble y lo irrisorio. Aquella que se
promete y promete, pero que el trascurso del tiempo desmiente y quita
entereza. Ésa sí es peligrosa. Cuento esto porque creo que es lo que
vive actualmente Mercedes Milá, en un estado de esperanza y espera
permanente mientras su peaje profesional pasa por presentar ‘Gran Hermano
16’.

Este portal estuvo hace unos días en la rueda de prensa de
la nueva edición del formato más exitoso de todos los tiempos, menuda
cursilería. Y servidor estuvo en la casa de Guadalix para cubrir el
entuerto. He de confesar que aunque no me apasione GH y nunca lo haya
seguido fervorosamente, me impresionó para bien la casa y creo que debe
haber algo intrínseco en el reality que engancha de esa forma. Mi
respeto al menos lo tiene. Y fue grata mi experiencia.

Todo se
desarrolló esa mañana de prensa como otra vulgar: esperas, enfoques de
cámara, protestas por tardanza, intercambio de impresiones, fotos a
cascoporro para Jordi González y una renovada Mercedes Milá, que arrasó a
su paso con su consabida personalidad. Por cierto, su rapado de cabello
es incierto. Apareció con un look más corto, muy bronceada, con la cara
igual de tersa que siempre y parapetada en una camisa que le prestó
Jorge Javier. “Para ver si me trae suerte”, apostilla entre risas.

Durante
la rueda de prensa desplegó todo su plumaje televisivo: puso los pies
encima de una mesa, gesticuló y vociferó con su rotundidad habitual y
habló e interrumpió lo que quiso. Observándola con la dureza que aporta
la distancia y el anonimato, creo que Milá se ha construido un
personaje, y creo además que esa persona paralela la ha zambullido en su
vida personal. Apuesto además que esa doble personalidad es un refugio
para llevar con dignidad todo el tinglado.

Dejemos mis conjeturas
aparte. De lo que es Gran Hermano 16 no se dijo prácticamente nada,
como cabía esperar. Todo es un secreto, incluso para la propia Mercedes
que, ya en corrillo, confesó: “No he querido saber nada del tema, he
pasado un verano estupendo y tranquilo”. Se le preguntó por todo y sobre
todo. Incluso por el frenético ritmo profesional de Jorge Javier: “La
gente quiere verlo y hace bien en hacer todo lo que pueda. Yo haría lo 
mismo”. Y justo entonces, salió la gallina de los huevos de oro: Diario
De, su espacio que cayó un día hace un año en el cajón del olvido.

Milá
se muestra cauta en su respuesta cuando se le interpela a bocajarro:
“Vasile me prometió una cosa que espero que cumpla, como siempre suele
hacer”, expresa con esa voz neutra que degüella más que la rotunda, y
mira hacia el fondo, donde el señor consejero delegado charla con
colegas. Y esa promesa no es otra que la vuelta de su Diario De. Lo
cierto es que esa promesa me suena de hace tiempo, más o menos un año. Y
aunque no lo dice ella, yo me aventuro: Mercedes presenta GH no sólo
porque se divierte, sino porque es lo que se habló y la condición para
lo otro. Por eso hablaba antes del estado de espera perenne en Milá.
Pero que se contente, porque al menos ese señor a ella le hace promesas.
En cambio, a otros, como Huerta, ni siquiera les dice adiós.

Cierro
este artículo lanzando una oda al sentido del humor, a la ironía fina.
Nos hace falta atusarnos seriedad, rigidez. Y de eso Mercedes entiende
mucho. En un momento dado de la rueda de prensa conminó a los
periodistas para que se inventaran cosas, que despertaran su parte
creativa. Y desde aquí, mi pequeño homenaje a Milá. 

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