La maté por un puñado de anuncios

   OPINIÓN | Luis Ferreiro @luissferreiro

   Decir que para gustos están los
colores es una vía fácil y poco comprometida que a menudo utilizamos cuando no
queremos aportar nuestra opinión real hacia algo que se encuentra en tela de
juicio. Con el tiempo he descubierto que no hay nada tan liberalizador ni pleno
como dejar de ser políticamente correcto y dar tu punto de vista tal y como lo
concibes o sientes. No deja de ser precisamente eso, tu visión de algo, y no es
la única, certera, ni imperante sobre las demás. Sólo aquellos que se sienten
ofendidos por tu parecer le dan la importancia que no le quisiste otorgar, pero
eso es algo que, irremediablemente, se nos escapa de nuestro ámbito de
intenciones.
   Algo tan subjetivo como la
calidad de formato o contenido de una serie nacional no se escapa de la
anterior alusión. Podemos juzgar atendiendo a diversos factores que nos acercan
o alejan de las distintas producciones, luz, textura, música e hilo argumental
suelen ser los más comunes aunque, tristemente, no dependen de ello su mantenimiento
en la parrilla televisiva. En los últimos años, la ficción española se ha
nutrido de auténticas joyas televisivas, de estilosas producciones de gran
riqueza visual y auditiva. Series que han apostado por hacer de manera
diferente lo que siempre se ha venido haciendo igual, y han añadido pequeños
matices de calidad que las han dotado de frescura y originalidad. La apuesta
por la banda sonora es algo que no me ha pasado inadvertido, y por el contrario
me ha llamado satisfactoriamente la atención, grupos alternativos como “Inlogic”,
“Mess of Skirts”, Kuantika” o “The meeting point” entre otros han surtido de
una perfecta sintonía la inadvertida serie “Frágiles”, a mi parecer perfecta en
planteamientos argumentales y estéticos. Las ficciones “Vive cantando”
o “Bienvenidos al Lolita” han hecho lo propio planteando una nueva forma de
conectar al público con lo que se dice que mueve el mundo, la música, esta vez
desde un prisma más conectado a la trama, poniéndola en boca de sus personajes,
que bien desde un karaoke en el primer caso, o bien desde un escenario en el
segundo, acercan al espectador esas canciones de toda la vida que se
acaban por canturrear desde el sofá de nuestras salas de estar.
    Estos pequeños logros, en el
audiovisual español no parecen ser suficientes para que las plantas altas de
nuestras televisiones mantengan un buen producto en sus parrillas. Sé que la
televisión es una empresa privada, y que como tal lo importante a fin de
cuentas para ella es la facturación obtenida con sus productos, pero no deja de
ser un ente que entretiene, pensado para satisfacer las necesidades de evasión
y distracción del espectador, el que tiene la última palabra para apretar o no
el botón de encendido y apagado en su mando a distancia. Actualmente, ¿qué
sería de “El chiringuito de Pepe” si no obtuviese los resultados requeridos de
audiencia para su supervivencia?, quedaría condenado a su desaparición a pesar
de la calidad con la que cuenta dicha producción. Muchas series han pasado al
olvido por motivos de audiencia, dejando a fervientes seguidores sin conocer
siquiera el desenlace de una trama bien construida y elaborada, ignorados por
unos directivos que prefieren seguir engrosando sus arcas con telebasura en
lugar de fomentar el talento de guionistas y creadores nacionales que nada
pueden hacer frente a la compra de ficción extranjera ni modificar esos datos
de audiencia que no siempre reflejan el esfuerzo y la ilusión de un buen
trabajo. De nada sirve la opinión personal
sobre tal o cual serie, no sirve engancharse a nada ni disfrutar con las
alegrías y sinsabores de tal o cual personaje.
   Ante el estreno de cualquier obra
de ficción sí que hemos conseguido formar parte de esa televisión interactiva
que nos vendían en los comienzos de su era digital, y es que en los tiempos que
corren podemos notar y sentir el mismo desasosiego que sus dirigentes en los
despachos, notar esa preocupación si un primer capítulo nos ha llegado y no
podemos quitarnos la incredulidad de saber si habrá un segundo o un tercero.
Entonemos pues un Padrenuestro y que el share no nos abandone. 

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