El declive de ‘Glee’


Glee aterrizó en las pantallas en la temporada 2009-2010. Y arrasó, literalmente. La comedia musical consiguió ganarse a una audiencia ávida de un producto bastante innovador en televisión, centrado en un grupo de jóvenes que formaban parte del coro de una escuela de Ohio. La música centraba las aventuras de los estudiantes, que reflejaban los problemas de una generación que rompía moldes. Audiencias millonarias, la crítica a sus pies y el nombre de Ryan Murphy, creador de la serie, subiendo como la espuma. La buena acogida de Glee se vió reflejada en las siguientes entregas de premios: 2 Globos de Oro en 2010 y 2011 como mejor serie comedia/musical. La FOX se frotaba las manos con la gallina de los huevos de oro que, además, derivó en negocios paralelos como The Glee Project o la venta de recopilatorios musicales con lo mejor de cada temporada.
Pero Glee murió de éxito. La serie tocó un techo demasiado alto que no siempre ha conseguido ni ha sabido mantener. Con una primera temporada brillante (los 7-8 primeros capítulos son simplemente magníficos) y una segunda temporada que seguía en la misma línea de excelencia, las tramas empezaron a perder fuelle a partir de la tercera temporada. La inclusión de nuevos personajes propició que a partir de la cuarta temporada la trama no sólo se centrara en el McKinley High, sino también en la ciudad de Nueva York, a la que varios de los personajes tradicionales se desplazaron. Aún así, las audiencias han seguido cayendo en picado y la serie se ha convertido en una sombra de lo que fue, con una quinta temporada sin esencia centrada absolutamente en Nueva York.
Los creativos de Glee se dieron cuenta que el declive se había agravado a raíz de la inclusión de los nuevos personajes; una nueva generación de rostros que pretendía suceder a los carismáticos Rachel, Kurt, Mercedes, Santana, Finn o Puckerman. Pero no fue así. La audiencia había cogido demasiado cariño a los personajes con los que se inició la historia y aún no se habían cansado de ellos. Y si encima las tramas de estos nuevos personajes no habían calado entre los fans, mucho mejor mejor cortar cuenta antes y volver a los orígenes. Pero unos orígenes que no ya son los mismos.
La actual quinta temporada, recién finalizada, ha estado situada totalmente en Nueva York siguiendo las aventuras de Rachel Berry. Y es que el personaje interpretado por Lea Michele es y ha sido el alma mater de la serie; el personaje estrella de Ryan Murphy. Esa diva odiada y amada a partes iguales que lucha por su sueño de ser una estrella de Broadway. Pero es que incluso Rachel se ha convertido en un personaje repelente y pagado de sí mismo. A su alrededor han vuelto el resto de personajes, con motivos más o menos cogidos por pinzas. Si en Glee no se ha cometido el error de mantener a los jóvenes eternamente en el instituto, el problema en su caso ha sido volver a reunirlos sin motivo aparente.
La muerte de Cory Monteith, que interpretaba a Fin Hudson en la serie, ha sido un golpe muy duro para el equipo (y sobretodo para su prometida Lea Michele) y para la propia trama. Ryan Murphy le dio un capítulo de homenaje para despedir a su personaje, sin entrar en el morbo ni en los motivos de una muerte tan inesperada. Además, durante toda la temporada, se han hecho alusiones a su recuerdo, manteniendo el personaje muy vivo. Es evidente que para el cierre de la serie, Finn va a estar muy presente, tal y como ha reconocido el creador del show. Glee siempre ha girado entorno a Rachel y Finn, antagónicos y unidos por un amor inquebrantable. Y así será hasta el último capítulo.
Una serie que ha vivido picos de audiencia de más de 13 millones de espectadores es hoy una sombra de lo que fue. En el cierre de la quinta temporada, Glee ni siquiera ha llegado a los 2 millones de espectadores, marcando mínimo histórico de la serie. Una absoluta vergüenza. Y las noticias para la sexta y última temporada no son muy halagüeñas; la FOX ha anunciado que se recortará el número inicial de capítulos pactados y encima se estrenarán para la midseason. Espero simplemente que Ryan Murphy y su equipo sepan darle un cierre digno a una serie que nos llegó al corazón.

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